Da vueltas por su habitación, escucha el tic tac del reloj, quiere
sonreir y no puede. El gato, cansado de frotarse en sus piernas sin
recibir una caricia, se acuesta resignado en su rincón de trapos. Hoy no
tiene la excusa del día nublado, frío o lluvioso. No. Afuera brilla el
sol, no hay viento y es tibia la temperatura. ¿Qué es lo que hace,
entonces, que Frida permanezca allí encerrada?, en su habitación y en su
mente, recorriendo pensamientos que terminan en la nada como en los
laberintos. La ciudad está afuera, solitaria, indiferente, los amigos no
están o están en sus propios encierros. Uno andará con su
cámara captando el mundo, congelando la vida, en imágenes. El otro, el
pianista, cansado ya, perdido en algún lugar lejano, no dejará de pensar
en ella con rencor, eligiendo irse del mundo antes que perdonarla. Otros la recordarán de vez en cuando, y algunos la habrán olvidado
definitivamente, cansados de esperarla. Y ella de esperarlo a él.
«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (Vincent Van Gogh)
domingo, 26 de febrero de 2017
el instante
La sublime inmensidad de tus pupilas te arrastró a los laberintos de mi mente y allí estás trémulo como entonces, tres escalones más abajo, tus ropas mojadas y extendiendo tu mano buscando la mía: ¨huyamos juntos¨ me decía tu temblor pero allí quedamos, mirándonos húmedamente en un instante, que jamás regresó.
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