Sofía todavía no lo sabe pero han traído una carta. Yo no pude vencer mi curiosidad y sin pudor la abrí y la leí:
Sra. Sofía
No encuentro el puente.
Mis saludos
Eric (20 años)
La leí varias veces. Podía pensar que el texto era literal o metafórico y me incliné por lo segundo. Si era así decía algo más que había que descifrar. La guardé dentro de un libro y me fui a dormir. No quise mostrársela a Sofía para evitarme la pregunta obligada: ¨¿y esto qué significa?¨. Su impaciencia bloquearía cualquier posibilidad de que viniera en mi ayuda alguna asociación que me hiciera entender ese escueto texto para poder responderle.
Dormí tranquilamente y al amanecer, inmerso aún en esa ensoñación matutina previa al despertar, como muchas veces sucede, tuve la certeza de que se me aclaraba el significado. Pero cuando desperté tal claridad se había esfumado; en su lugar una frase casi tan incomprensible como la primera se me imponía:
Dormí tranquilamente y al amanecer, inmerso aún en esa ensoñación matutina previa al despertar, como muchas veces sucede, tuve la certeza de que se me aclaraba el significado. Pero cuando desperté tal claridad se había esfumado; en su lugar una frase casi tan incomprensible como la primera se me imponía:
¨los adultos están sujetos a la razón, los niños a lo inmediato¨
Después de esto me pareció lógico pensar que Eric estuviera aludiendo a que la diferencia generacional entre él y Sofía le impedía entenderse o entrar en sintonía con ella, de allí la figura del puente. Continué con mis razonamientos pensando que era cierto que los adultos van perdiendo su flexibilidad, limitando su capacidad de sentir el momento y de traducirlo a palabras. Esta pérdida se va disimulando a través del refugio en la razonabilidad y se va ahogando la creatividad del niño propio. Hasta me atreví a pensar que esta pérdida progresiva o el empobrecimiento dado en el escenario de la mente es difícilmente reversible.
Sé que Sofía, cuando escuche mi conclusión, entenderá pero pronto olvidará. Quiero decir que dudo que pueda preguntarse por sus ataduras racionales y menos atribuir sus padecimientos a esas ataduras. Me contestará seguramente que ¨sin racionalidad no se puede vivir¨ cosa que es cierta. No es la racionalidad, sino su radicalización lo que empobrece al sujeto, el no dejar un cierto ¨juego¨ por donde lo afectivo o emocional entre en el orden de la palabra. No sabe que con esto se priva de dar una materia prima distinta, vivencial, del cuerpo real, al pensamiento.
Debe ser por eso que las espontaneidades de los niños y jóvenes dan miedo a los adultos. Tal vez teman verse cuestionados en su saber o quedar avergonzados; porque los niños tienen incorporado a su lógica aquello que los adultos empobrecidos aniquilan. Estos no saben que pueden mantenerse niños si no les asustara el no saber de lo que hablan. Temen que lo pulsional se meta en el lenguaje porque cuando esto ocurre no hay control de los efectos producidos ni en el otro ni en sí mismos. Harry Haller sabía qué era lo que necesitaba para salir de la anomia que lo atormentaba.
"Pero lo que más me hacía falta, por lo que suspiraba tan desesperadamente, no era saber y comprender, sino vida, decisión, sacudimiento e impulso." (*)
¿Me servirá esto como argumento para mover la rigidez de Sofía?. Sé que como simple escribiente que soy no he descubierto nada nuevo pero al menos tengo algo para contestarle cuando ella me haga la pregunta y pueda mostrarle lo que he escrito.
Ernesto
(*) Hermann Hesse, El Lobo Estepario
Los puentes pueden unir o separar...
ResponderEliminarSí. Todo depende de lo que uno haga circular por ese puente.
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