Le resonaban a Sofía las palabras de Ernesto. Claro que no podía contar anécdotas graciosas, nunca había podido. ¿Y por qué no escribía sobre el amor?, se preguntó. Recordó que alguien le había hecho esa pregunta alguna vez, cosa que había olvidado junto con aquel misterioso hombre. Pero ¿qué decir sobre el amor? ¿qué es? ¿qué lo motiva? -pensó mientras tomaba su amada lapicera:
¨El amor no tiene que dar razones y aunque las diera no serían verdaderas. Hablar del amor es entonces una tarea imposible. Aunque no por no tener razones que lo justifiquen deja de ocurrirnos todo el tiempo. Es algo que pasa, que sorprende, que uno desea que no se vaya jamás cuando ha llegado. Y sin embargo, en estado de no amor vivimos la mayor parte del tiempo.
El decía que me amaba a mí, me escribía con pasión, pero yo no sabía de lo que me hablaba, si hasta pensé que se habría equivocado de destinataria. El pasaba por mi mente como una fugaz imagen que enseguida se desvanecía. El que no se desvanecía en mi mente era el que yo amaba. Aquella noche no había dormido pensando que al día siguiente vendría a buscarme. El, un chico de familia rica, tan bien vestido con aquel sobretodo gris, de mirada perdida, casi indiferente, vendría por mí a mi casa tan humilde.
¿Qué sentía por mí?. El no me decía que me amaba, sí me decía cómo le gustaba verme subir las escaleras con mis zapatos rojos de tacos altos y los talones desnudos. Me había abrazado en forma especial y temblaba. Yo sospechaba que algo fuerte le pasaba y sentía miedo de sus besos, eran como un torrente que me arrastraba y yo no sabía, con mis quinceañeros años, qué era lo que estaba pasando.
Lo supe un tiempo después, al caer la tarde. Lo ví a lo lejos, se acercaba a mí mostrándome su mano izquierda en la que brillaba un anillo. Yo lo miré sin entender. Me envolvía una rara sensación de extrañeza, como un alerta. Me voy -dijo- estoy comprometido y a fin de mes me caso en mi pueblo.
No se si siguió hablando, no se lo que hizo, ni lo que dije o hice yo. Mi tiempo se detuvo allí. No se si pasaron minutos u horas. Cuando reaccioné me encontré caminando por ese sendero angosto que me llevaba hacia mi casa pobre. Todo se había borrado en mi mente menos la imagen de su mano. Entré a mi cuarto, me saqué el abrigo negro que cayó hacia el suelo. Y al echarme sobre la cama vi que entre sus paños asomaban los tacos altos de los zapatos rojos.¨
me encanta como sugeris los estados. felicitaciones
ResponderEliminarGracias Madreselva
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