«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

domingo, 31 de julio de 2011

La respuesta

Durante más de dos días había buscado la forma de comunicarle a Sofía sobre la carta recibida. Ya no podía esperar más así que, ni bien viera que salía de su cuarto, se lo diría sin más vueltas y así lo hice. Con asombro observé que no le sorprendió cuando le dije que Eric le había escrito y me pidió que le leyera el texto. Dice simplemente, Sra. Sofía: no encuentro el puente, mis saludos, Eric -le contesté. 
Después de hacer un breve silencio me responde abstraída: ¨aunque él no me hubiera escrito esa carta yo ya lo sabía. Supe del puente que se busca, supe también que no hay puente. Lo supe hoy al despertar, nuevamente al despertar¨. Y después de una pausa agrega ¨Y tú ¿qué pensaste para ti mismo?¨
Yo le conté mis razonamientos, los que ustedes ya conocen, ante lo cual ella me dice sonriendo: ¨no está mal lo que pensaste, pero eso es sólo un aspecto de la cuestión, se parece a una justificación, de esas que uno se esfuerza en encontrar cuando no sabe el por qué¨.
 ¿Y usted lo sabe Sofía? -le pregunté.
¨A decir verdad no sé si lo sé pero hoy me vino a la mente algo como un saber, no razonado, que apareció nuevamente en un entre sueño y que me vi forzada a escribirlo en un papel rugoso. Fue como algo vivo que me golpeó en forma de frase y decía así: ¨No sólo él no encuentra el puente, tampoco tú¨.  Enseguida me aparece una idea iluminada sobre el mismo papel, que me altera y me despierta, como si fuera un descubrimiento: ¨los puentes son imposibles¨. ¨Cómo hacértelo entender Ernesto. Imagínate observando bien, en detalle, la casa de Escher; allí verás una muestra de esta realidad que me fue mostrada en este sueño; 

creemos estar en un mismo espacio pero sólo es ilusión. Caminamos seguros en él guiados por nuestra lógica binaria, pero pronto descubrimos que habiendo creído acercarnos en realidad nos habíamos alejado; dicho más apropiadamente nos perdíamos cada vez más. La cercanía máxima había sido sólo una sensación mentirosa. Pobre la razón, cuya condición, lejos de esclarecernos es la de engañarnos sin saber ella misma que es la primera engañada. ¡Por cierto mi Dios que ella hace muy bien su trabajo!

Yo no salía de mi asombro al escucharla; después de un breve silencio agrega:

¨Hay que darle un punto final a esto; respóndele tú mismo, a modo de cortesía; que el texto de la carta diga ¨Yo tampoco¨, luego tráemela para que la firme. No debo ser yo quien le diga ¨no hay puente¨ porque es en vano. El deberá descubrirlo solo como yo o vivirá engañado toda la vida, aunque tal vez esto sea lo más deseable. Pero pensándolo bien, ¿no seré yo la que se está volviendo a engañar y quizá no sea cierto que no hay puente y entonces…¨

Sin poder contenerme le dije: 

Señora, pare, deje de torturarse. Intente alivianar sus pensamientos y cuénteme alguna anécdota graciosa. ¿Es usted capaz? Sin contestarme y con evidente congoja se escabulló hacia su cuarto y apagó la luz. Pobre Sofía -pensé-, tal vez lo que le ocurre es que su razón no está haciendo tan bien su trabajo: el de engañarla suficientemente. ¿Perderá la razón mi señora?
 
Ernesto     


domingo, 24 de julio de 2011

La carta

Sofía todavía no lo sabe pero han traído una carta. Yo no pude vencer mi curiosidad y sin pudor la abrí y la leí:

Sra. Sofía

No encuentro el puente.

Mis saludos

Eric (20 años)
La leí varias veces. Podía pensar que el texto era literal o metafórico y me incliné por lo segundo. Si era así decía algo más que había que descifrar. La guardé dentro de un libro y me fui a dormir. No quise mostrársela a Sofía para evitarme la pregunta obligada: ¨¿y esto qué significa?¨. Su impaciencia bloquearía cualquier posibilidad de que viniera en mi ayuda alguna asociación que me hiciera entender ese escueto texto para poder responderle.

Dormí tranquilamente y al amanecer, inmerso aún en esa ensoñación matutina previa al despertar, como muchas veces sucede, tuve la certeza de que se me aclaraba el significado. Pero cuando desperté tal claridad se había esfumado; en su lugar una frase casi tan incomprensible como la primera se me imponía:
¨los adultos están sujetos a la razón, los niños a lo inmediato¨
Después de esto me pareció lógico pensar que Eric estuviera aludiendo a que la diferencia generacional entre él y Sofía le impedía entenderse o entrar en sintonía con ella, de allí la figura del puente. Continué con mis razonamientos pensando que  era cierto que los adultos van perdiendo su flexibilidad, limitando su capacidad de sentir el momento y de traducirlo a palabras.  Esta pérdida se va disimulando a través del refugio en la razonabilidad y se va ahogando la creatividad del niño propio. Hasta me atreví a pensar que esta pérdida progresiva o el empobrecimiento dado en el escenario de la mente es difícilmente reversible.  

Sé que Sofía, cuando escuche mi conclusión, entenderá pero pronto olvidará. Quiero decir que dudo que pueda preguntarse por sus ataduras racionales y menos atribuir sus padecimientos a esas ataduras. Me contestará seguramente que ¨sin racionalidad no se puede vivir¨ cosa que es cierta. No es la racionalidad, sino su radicalización lo que empobrece al sujeto, el no dejar un cierto ¨juego¨ por donde lo afectivo o emocional entre en el orden de la palabra. No sabe que con esto se priva de dar una materia prima distinta, vivencial,  del cuerpo real, al pensamiento. 

Debe ser por eso que las espontaneidades de los niños y jóvenes dan miedo a los adultos. Tal vez teman verse cuestionados en su saber o quedar avergonzados; porque  los niños  tienen incorporado a su lógica aquello que los adultos empobrecidos aniquilan. Estos no saben que pueden mantenerse niños si no les asustara el no saber de lo que hablan.  Temen que lo pulsional se meta en el lenguaje porque cuando esto ocurre no hay control de los efectos producidos ni en el otro ni en sí mismos. Harry Haller sabía qué era lo que necesitaba para salir de la anomia que lo atormentaba. 
"Pero lo que más me hacía falta, por lo que suspiraba tan desesperadamente, no era saber y comprender, sino vida, decisión, sacudimiento e impulso." (*)

¿Me servirá esto como argumento para mover la rigidez de Sofía?. Sé que como simple escribiente que soy no he descubierto nada nuevo pero al menos tengo algo para contestarle cuando ella me haga la pregunta y pueda mostrarle lo que he escrito. 


Ernesto

(*) Hermann Hesse, El Lobo Estepario

domingo, 10 de julio de 2011

Lisandro

Si en medio de tanta miseria aparecen cosas como esta todavía me quedan esperanzas:



Fuente: You Tube (lisandrospain)