«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

sábado, 16 de junio de 2012

Nunca hay soledades




La música gravita sobre el cuerpo, modifica la sensibilidad. La música franquea el paso a otra cosa, a un estado diferente. Por un instante algo es etéreo, tiene otras reglas, es diferente a la razón. Se materializa en una imagen o representación, casi onírica, donde todo es posible, donde no hay negación ni afirmación, es, simplemente es en ese lapso, es en una imagen subjetiva, intransferible. Es una realidad.

Hay también otras realidades, que sacuden al cuerpo, igualmente intransferibles, como encontrar ese poema, no otro, y leerlo en ese instante, en el momento oportuno. El, puede marcar un antes y un después. Porque ese poema queda allí, alojado, como zurco o marca, en cierto lugar, de la mente o del cuerpo o del alma, quién lo sabe. Un punto al que se puede volver, cuando es preciso.

También es realidad una palabra, una frase, cuando hiere, cuando se instala como bisagra en algún lado. ¨Tengo pena¨ dijo. A partir de allí mi vida, que iba por un sendero, cambió de dirección. Yo, fui otra.

Cada marca es un hito que organiza nuestra historia, que la escribe como única. Somos, desde allí, algo para relatar, un cuento. Somos una narración, si podemos escuchar las huellas. Ellas están allí, perennes, imborrables, pueden ser también una mirada, una mano que rozó tu piel, una ausencia. Siempre son en relación al otro. Hoy descubro al fín, que nunca hay soledades.


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