Da vueltas por su habitación, escucha el tic tac del reloj, quiere
sonreir y no puede. El gato, cansado de frotarse en sus piernas sin
recibir una caricia, se acuesta resignado en su rincón de trapos. Hoy no
tiene la excusa del día nublado, frío o lluvioso. No. Afuera brilla el
sol, no hay viento y es tibia la temperatura. ¿Qué es lo que hace,
entonces, que Frida permanezca allí encerrada?, en su habitación y en su
mente, recorriendo pensamientos que terminan en la nada como en los
laberintos. La ciudad está afuera, solitaria, indiferente, los amigos no
están o están en sus propios encierros. Uno andará con su
cámara captando el mundo, congelando la vida, en imágenes. El otro, el
pianista, cansado ya, perdido en algún lugar lejano, no dejará de pensar
en ella con rencor, eligiendo irse del mundo antes que perdonarla. Otros la recordarán de vez en cuando, y algunos la habrán olvidado
definitivamente, cansados de esperarla. Y ella de esperarlo a él.
Creí que te había perdido tu mente lúcida y me alegro de que sigas teniendo el cabello y los pensamientos revueltos.
ResponderEliminarGracias