Nunca es igual, pero tiene su encanto volver a recorrer lugares cargados de recuerdos.
Miles de imágenes, rostros, nombres, situaciones, una esquina de la calle Corrientes, un café. Hoy hay nombres nuevos: el obelisco, Barenboim, el café de la esquina, antes fue otro, hoy es este, el Petit Café, hitos de mi historia. Todo termina. Dentro de un rato el espectáculo, las luces, la música, la magia, pero ahora, los hierros, los utileros, las 5 mil sillas apiladas, las mamparas negras y desalineadas. En este escenario se ve todo, como en la vida, lo hermoso y lo horrendo. La mascarada falla y muestra lo que debía estar oculto.
Me miro en un furtivo espejo y veo otra mirada que me mira. ¿Vuelvo al juego del amor?. Ya no lo siento, estoy fuera, no se si estará justificado, pero así es, hoy mi universo es sin otro, desentramada de las redes de eros. Pero no es esto lo que me hace padecer sino el que hasta eso haya terminado. Claro que, no todo el tiempo sucumbo a esta certeza, muchas veces Dios logra engañarme y yo le creo. Siempre me tira una migaja que me alcanza para entretenerme: termino de comprarme un libro de Julia Kristeva, no se de lo que hablará pero de qué otra cosa sino de lo que a mí me importa?
No me arrepiento de haber vuelto a Buenos Aires. Y tal vez sea aquí mi última morada, que en verdad es, el lugar en que nací y del que rápidamente me arrancaron. Lo imposible de ese arraigo y de los muchos que le siguieron me hizo tal vez creer, que algo me faltó en el origen, que algo me perdí y que tengo que encontrarlo.
La música comienza a escucharse y el aire vibra en mi vientre. Y por las veredas la gente camina cansada, la riqueza y la miseria conviven, uno al lado del otro, sin temor ni misericordia.
¿Tu universo es sin otro?
ResponderEliminarNoooo. Las palabras dicen cosas tremendas, así leído es como mucho ¿no?.
ResponderEliminar