«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

domingo, 11 de marzo de 2012

La cuestión del ser


El tiempo había pasado. Cecilia observaba cómo se comunicaban las personas y suponía que, ellas, habían resuelto el problema. No era ese su caso. No poder comunicar era su drama, para ella, una tragedia de toda la vida. En la adolescencia, su diario fue el testigo de que, esa, había sido la causa de su angustia.

La vida le había enseñado muchas cosas, pero nunca lo que los otros parecían saber. En su solitario desconcierto había confiado en que escribir, le acercaría la solución. Pero no. Veía que siempre estaba parada en el punto de partida. Pretendió escribir sencillamente, en un lenguaje que los otros entendieran, pero al hacerlo supo, que eso no mostraba, en nada, sus deseos. En otras ocasiones, logró hacer que sus anhelos enhebraran a sus letras, resonando a verdaderas, pero supo ahí, que sus palabras no eran entendidas. Un día comprendió, que estaba encerrada y maniatada; si buscaba que su texto se entendiese, se llenaba de sentidos, si se acercaba a expresar su sin razón, el sinsentido la invadía.

Luego decidió que, aunque problemática, la elección estaba allí, en el caer, para un lado o para el otro. Difícil acto este porque, siempre, algo esencial se perdería. Sin embargo la esperanza seguía allí, de escribir para alguien, de quien le volviera algo similar a un ¨entendido¨, y que a la vez no fuera un acuerdo racional. Quería alterar el lenguaje, sustraerlo de su cárcel, burlar su propia la lógica. Pero ¿cómo ser incorrecta y no quedar fuera del mundo?.


Así había sido toda su vida aún sin tener conciencia. Recordaba ahora que siempre había escrito, como un mecano, la frase: la resolución del problema... Se había torturado buscándole un predicado a lo inconcluso. Más, ni siquiera, había descubierto la esencia del problema.

Hoy, que la vida se empeñaba en mostrarle lo imposible veía que la llamada elección no se trataba de elegir o una cosa o la otra, sino de sostener las dos al mismo tiempo; o eran juntas o no eran nada.
Paradoja del alma humana. ¿Habría que resolverla? No. Intentarlo sería inútil. Mejor caminar el fino borde, de soportar una suerte de locura o un no te entiendo, o aún la indiferencia.

Es como si alguien interceptara el camino y pidiera: la bolsa o la vida. Le diera lo que le diera perdería. No hay enmudecimiento o sentido. Se trata solamente de hablar. El otro puede no saberlo, no ser conciente, pero está en la misma encrucijada.

Si callo me habré ido.

Hay un vacío, un hueco insalvable en la resolución, y eso es lo que debe ser sostenido. No intentar llenar la falta con sentido. Aunque vivir sin sentido se parezca a no vivir, caminar al borde del abismo no es caer, es otro modo de vivir. Dejar ser al ser en ese hueco. Se puede hasta subvertir el lenguaje, pero el hueco no se irá. ¿Se puede escribir cualquier cosa o de cualquier manera, entonces?, nadie lo dirá, esa es la cuestión.



Fuente de la imágen: espacio fotográfico

4 comentarios:

  1. "Nadie lo dirá, esa es la cuestión", yo me atreví a decirlo y a vivirlo, con el resultado de un final del camino, de una crisis en mi forma de vida, le pagué con mis escritos a mi psicoanalista.
    La verdad es que hay un real lacaniano que es lo mágico, lo inconcluso, la falta, lo mágico y horripilante que le falta al individuo al entrar al lenguaje, y todo el mundo lo siente, unos más que otros y estos últimos necesitan escribir, hablar, hacerse un discurso.
    Yo lo intenté desde la dicotomía entre el ser y el no ser, lo masculino y lo femenino, el yin y el yang, lo individual y lo colectivo, el logos y el éthos, ciencia y humanidades, etc. Es la eterna división que crea la historia y con ella la dialéctica, en la fase del espejo (Jacques Lacan)el niño o la niña recibe la prohibición simbólica del incesto, el Nombre del Padre que es el que pone freno a la realidad en el que todo es posible, diciendo: el límite de la libertad es la locura.
    Nosotros los escritores sensibles y humanos hemos de rozar esos límites, hay un párrafo de Eliot que dice así, a ver si lo encuentro en el lápiz electrónico:

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  2. De Eliot, “usar las palabras”.

    “Aquí estoy, pues, en medio del camino
    Después de haber pasado veinte años
    Intentando aprender a utilizar las palabras;
    Y en cada intento un comienzo totalmente nuevo
    Y un fracaso de orden completamente distinto
    Porque sólo se aprende a dominar las palabras
    Para decir lo que uno ya no quiere decir
    O para decirlo como a uno no le gusta
    ya decirlo. Así cada empresa es comenzar
    de nuevo; una incursión en lo inarticulado
    con mísero equipo que sin cesar
    se deteriora en el desarreglo general
    del sentimiento impreciso: indisciplinadas
    patrullas de la emoción. Y aquello que se trata
    de conquistar por la fuerza y el sometimiento
    ya lo han descubierto en una o dos, o en varias ocasiones,
    hombres que uno no puede aspirar a emular;
    pero no hay competencia, sólo existe
    la lucha por recuperar lo que se ha perdido
    y encontrado y vuelto a perder mil veces; y ahora
    de nuevo en circunstancias que parecen adversas.
    Pero tal vez no haya ni pérdida ni ganancia.
    Para nosotros no hay sino el intento.
    Lo restante no es de nuestra incumbencia.”

    (T. S. Eliot, Cuatro Cuartetos, traducción de Esteban Pujals Gesalí)

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  3. Ante tanta locuacidad no se que decir. Me quedé muda. ¿Será eso?

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  4. Lou, la palabra locuacidad me encendió una luz roja. Por eso releí el texto y lo corté por todas partes. Traté de tirar lo inservible para que no la deje muda.

    Gracias por comentar.

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