«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (Vincent Van Gogh)
viernes, 10 de agosto de 2012
Fausto (*)
Era un hombre que aspiraba a ver más allá, a penetrar lo que se resiste. El saber, el amor, la visión de todo. Era presa de una angustia. Iba en pos de los bienes que apenas pueden ser rozados. No saciaba su apetito. Era el típico hombre a quien el atuendo humano lo constreñía, le cortaba las alas, esas alas que lo apuraban hacia el sol, cómo a Icaro, pero a las que debía conformar con cortos vuelos rasantes. Era el típico hombre de conciencia exacerbada, demasiado atenta al tiempo inexorable. Contemplativo y exaltado ante los dones del alma y la naturaleza. Atribulado ante los misterios. Aspiraba ansioso robarle brillantes al lodo. Era el típico hombre, terrenal hasta el hartazgo, que no podía escapar a las tinieblas inconfesas del deseo.
Sabía desde siempre que el desenlace sería en el último minuto, que la secuencia estaba encadenada y que nada ocurriría antes de lo debido.
Alguien que lo había amado, le había dado un nombre. Lo había situado en el mundo, pero también, lo había marcado con la engañosa aspiración de arrebatarle los secretos al mundo. No lo hizo humilde sino engreído por su notable parecido a los dioses. Propenso a engañarse. Presa facil para que, un diablo inteligente, multifacético y hábil seductor enmascarado, le prometiera darle lo imposible, poseerlo todo. Sin calcularlo pagó vendiéndole su alma y creyendo alcanzar la libertad absoluta. Ingresó al mundo del fuego sin poder volver atrás.
(*) Inspirado en la lectura del Fausto de Gothe
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Me ha gustado mucho esta entrada. Enhorabuena. Bss.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te haya gustado emejota. Besos.
EliminarPreciosa entrada sobre el Fausto, yo he leído el de Gôethe y puedo decir que en una versión reducida y en prosa, y me ha gustado, Fausto es aquel hombre que no ama el deseo sino más bien el goce, su plus de gozar lo lleva a vender su alma para mayor goce, para lograr el goce infinito femenino, aquel que sólo el diablo, Mefistófeles conoce, en su infinitud.
ResponderEliminarMe ha encantado tu visión de Fausto, es de lo más espiritual, en cierta manera todos los que escribimos tenemos un poco de él ¿no te parece?
Un abrazo desde València
Vicent
Vicent, es una visión muy libre, casi diría literaria, aunque hablar de literario es como demasiado.
EliminarEs cierto, lo llamativo es cómo este personaje moviliza al que le gusta escribir. El tema del escribir es un tema pendiente que tenemos tú y yo ¿no es cierto?. Es todo un misterio. Mi pregunta es ¿qué se juega en el alma cuando uno escribe?.
He pasado por tu blog pero no he comentado, igual quiero decirte que te leo.
Besos.
Yo tengo mi propia teoría sobre los que nos gusta escribir:
ResponderEliminarUna vez perdido el referente paterno o materno, o el eje-autoridad las personas ya no podemos seguir, creer, identificarnos con nadie y buscamos, llámale con la ciencia, la religión, etc. leyes que nos digan como modificar lo que nos viene, o como explicarlo, y de aquí a necesitar un discurso hay sólo un paso, la necesidad de explicarnos estas leyes que vamos descubriendo en nosotros, aptas creemos para todos o sólo para nosotros y los espejismos de poder prever mediante leyes inventadas o no por nosotros, el futuro.
Esta es mi teoría de porqué hay individuos que necesitan de un discurso.
Me encantó leerte y no había vuelto a tu blog hasta hoy desde la lectura de tu escrito, y me he dado cuenta que debía ponerte de manifiesto mi hallazgo, si se le puede llamara así.
Un abrazo cariñoso desde València a ti y a tu familia
Vicent