Su libro, tan especial, había caído en manos de Sofía, para confirmarle que aquello que sentía en su interior, nunca podría ser significado plenamente; que sólo podría conformarse con presionar sobre ese oscuro límite para transmitir algo, aunque sea, de ese insondable misterio. Clarice Lispector le venía a hablar de esa imposibilidad, de ese incansable intento de transmitir lo inescrutable del ser.
Todo acto deja una huella y un desperdicio. La huella siempre está allí, estampada en la carne y el desperdicio, constituye un resto, la basura que hay que tirar. Clarice va a aferrarse tanto a la huella como al desperdicio, en su afán por mostrar algo de ¨su¨ imposible. Más aún, la huella y la basura son ella misma.
Alguien dijo un día sobre sus cuentos que aquello no era literatura, que era basura y ella contestó: ¨Estoy de acuerdo. Pero hay una hora para todo. Hay también la hora de la basura¨. Y por cierto que escribir sobre ¨eso¨ la hizo diferente a cualquier otra escritora, apresada en el límite entre la vida y la muerte.
Escribió un día que su madre estaba enferma antes de que ella naciera, de sífilis. Se la habían contagiado ¨los soldados rusos que la violaron, en Ucrania, durante los desmanes posteriores a la guerra civil bolchevique¨. Y que, por ¨una superstición muy difundida¨, por la cual se creía que tener un hijo curaba la enfermedad de una mujer, fue concebida deliberadamente para eso: ¨para curar a su madre¨. Sin embargo su nacimiento no curó a esa madre, que muere cuando Clarice tiene 9 años.
Esa fue la huella que la conviertió en ese resto que es su Macabea (*) interna, susceptible de ser tirada a una zanja. “Siento hasta el día de hoy esa culpa: me hicieron para una misión determinada y fallé. Sé que mis padres me perdonaron por haber nacido en vano. Pero yo no me perdono.”
Datos del artículo de Página 12
(*) Macabea: personaje de su novela ¨La hora de la estrella¨
Sus escritos siembran ausencias que se instalan en mis recuerdos y mi memoria parece anclada en lo básico. Leo y descubro ! Cálido abrazo !
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