«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (Vincent Van Gogh)
miércoles, 4 de enero de 2012
desencuentro
Felicitas estaba inquieta, el momento había llegado. Una imagen grisácea y lejana le recordaba aquel momento de la despedida. Veía la escena. Cecilia le pedía que hicieran un pacto porque esa amistad no podía terminar en esa nada. Así fue que quedó sellado entre las dos un no olvido, una comunión del alma, una hermandad eterna. Un pequeño corte en la yema de los dedos bastó para eternizar el juramento: ¨para la recordación en tí y en mí¨ dijeron al unísono. Luego la despedida, la gran distancia, las cartas que al comienzo fueron diarias pero luego se espaciaron hasta desaparecer. Felicitas se había quedado con las cosas que Cecilia más amaba: su diario, sus dibujos, sus libros. El tiempo pasó y un día Cecilia bajó del tren, en la misma estación de la que se había ausentado, Felicitas se acercó, la miró, la adolescencia ya no estaba, se buscaron allí, en el pacto, pero no se hallaron, ni la una, ni la otra. El estrago del tiempo había herido de muerte a la recordación.
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Me ha traído a la memoria mi primer amor, Mariló, una chiquilla pelirroja, la "rogeta" que le llamábamos, con ella me corté la piel a la altura de la muñeca junto con ella para hacer un pacto de sangre, ahora cuando nos vemos no nos reconocemos en aquel amor que fue de los dos, yo tenía cinco años. Nuestras madres al enterarse pusieron el grito en el cielo por si alguno de nosotros tenía alguna enfermedad, eran los años 60 y fue en la playa de Pinedo de aquí de València ¡qué tiempos aquellos de felicidad en la inocencia!
ResponderEliminarMi mujer 40 años después se parece físicamente a aquella Mariló, cosas de la vida y del inconsciente.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVicent: qué lindo que me cuentes tus resonancias internas. De algún modo así nos vuelve la palabra.
ResponderEliminarMe preguntaba qué reminiscencias te traería Mariló respecto de tu cortita vida pasada de entonces.
Reminiscencias sutiles, su tacto, su olor, sus pecas, yo a mi mujer la llamo "la meua pigoseta", mi pecosilla, su aspecto físico y sobre todo su cara, son muy similares y recuerdos sobre la felicidad donde la muerte acababa de ser pasada y olvidada al anudar el primer nudo con una mujer, la muerte simbólica del edipo temprano.
ResponderEliminarNo sé, son cosas que quedan en el magma de la historia, histeria e Història del mundo y del individuo.
Un abrazo
Vicent