«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

lunes, 31 de diciembre de 2012

Poema de Francisco Canaro





Fue un ensueño de dulce amor,
horas de dicha y de querer.
Fue el poema de ayer,
que yo soñé de dorado color.
Vanas quimeras que el corazón
no logrará descifrar jamás.
¡Nido tan fugaz,
fue un sueño de amor,
de adoración!...

Cuando las flores de tu rosal
vuelvan más bellas a florecer,
recordarás mi querer
y has de saber
todo mi intenso mal...

De aquel poema embriagador
ya nada queda entre los dos.
¡Con mi triste adiós
sentirás la emoción
de mi dolor!...







lunes, 24 de diciembre de 2012

Una mujer




Una mujer desea que la amen por lo menos una vez
si ha de tener sentido su vida que la belleza le dio.

Una mujer es como el jazmín que nace para el perfume
que espera que la huelas por lo menos una vez.

Una mujer se pregunta ¿a qué vino a su jardín la rosa
sino a ser contemplada por lo menos una vez?

Una mujer fue bañada en la blanca espuma de mar
mirada en la languidez ondulante de las olas
y suavemente acariciada por lo menos una vez

Una mujer quiso poder escribir sin saber que ella era en su ser
eso que el gran poeta cantaba por lo menos una vez.


Foto sustraída furtivamente de El corazón de Kira

domingo, 25 de noviembre de 2012

Tango


El romanticismo

Es la primavera de la vida. La mórbida vivencia de fusión con el objeto amado. Inunda el alma hasta lo insoportable.

Es el esplendor de la naturaleza, de las flores, del trueno, que están allí en devenir eterno.

Busca la perfecta e imposible amalgama con el todo. Es el sentimiento estético, intolerante con la vida en su faz degradable. Es el envión inicial de la vida. Es la vida.

No puede explicarse ni el principio y ni el fin de la existencia. Sufre porque se niega a aceptar que el paraíso está perdido.

El que no cure del romanticismo, seguirá jugando al juego del todo o nada, buscando que la realidad ascienda a la poesía. Enfermando sin saberlo, creerá que la realidad es la poesía.

Muchos preferirán morir y otros reir, pero ¡ay!, desdichado aquel que, aunque sea por una vez, no ha padecido esa porfía.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Un poema tardío

Asomaste varias veces en mis vigilias y en mis sueños, 
eras ese niño perdido que perdí dos veces,
aquel que buscaba mi mirada interrogante,
ese otro que huyó en oscura noche
en el tren carguero, solitario.

Anhelando tú encontrar tu musa inspiradora
y yo tu sabiduría inconclusa
nos rozamos en imposibles encuentros
nos perdimos en tantos desencuentros.

Hoy reapareces de una sutil manera
y desde más allá de la vida
señalándome en un océano de palabras huecas
esa pretendida palabra síntesis, inaudible.
Palabra indecible cuya búsqueda te arrastró
al más siniestro infierno
y te hizo escribir el más maravilloso
y mortal poema.

Hoy reapareces para advertirme que,
si esa palabra encuentro
o pretendo extraer de su condición de inefable,
una daga se hundirá en mi pecho,
aún sabiendo que el miedo no es la barrera
que pueda impedir a la daga su destino.



domingo, 19 de agosto de 2012

Acercamiento

Siempre que te acerques a algo que promete un goce, hazlo desde la más pura ingenuidad, me digo.

Acercarme a un autor, sobre cuyo nombre centellean luces de admiración, es uno de esos momentos y se parece a cuando uno se enamora sin conocer casi nada de ese que nos deslumbra.

Leer antes lo que dicen de él sus adoradores sería perderme la oportunidad de sentir lo que para mí el escribió. Si vivió, padeció, amó y plasmó desinteresadamente su tesoro, acercarme a su legado será para mí un instante sagrado. Será a mi modo, dándome la oportunidad de que su creación cobre una especial realidad en mí.

Estoy hablando de Goethe. Entrar a su universo fue comenzar a visualizar los efectos de su obra sobre la humanidad, de mil maneras diversas. Leer el Fausto fue abrir una puerta que conduce a un, desconocido hasta entonces para mí, mar de belleza y pasión. Empecé por el final, por un libro escrito en los últimos años de su vida. Ahora me voy a sus comienzos, a leer Las penas del Joven Werther.

Les iré contando. Su lectura tendrá más sentido para mí si luego sé que ustedes sabrán lo que él me despertó.



viernes, 10 de agosto de 2012

Fausto (*)


Era un hombre que aspiraba a ver más allá, a penetrar lo que se resiste. El saber, el amor, la visión de todo. Era presa de una angustia. Iba en pos de los bienes que apenas pueden ser rozados. No saciaba su apetito. Era el típico hombre a quien el atuendo humano lo constreñía, le cortaba las alas, esas alas que lo apuraban hacia el sol, cómo a Icaro, pero a las que debía conformar con cortos vuelos rasantes. Era el típico hombre de conciencia exacerbada, demasiado atenta al tiempo inexorable. Contemplativo y exaltado ante los dones del alma y la naturaleza. Atribulado ante los misterios. Aspiraba ansioso robarle brillantes al lodo. Era el típico hombre, terrenal hasta el hartazgo, que no podía escapar a las tinieblas inconfesas del deseo.

Sabía desde siempre que el desenlace sería en el último minuto, que la secuencia estaba encadenada y que nada ocurriría antes de lo debido.

Alguien que lo había amado, le había dado un nombre. Lo había situado en el mundo, pero también, lo había marcado con la engañosa aspiración de arrebatarle los secretos al mundo. No lo hizo humilde sino engreído por su notable parecido a los dioses. Propenso a engañarse. Presa facil para que, un diablo inteligente, multifacético y hábil seductor enmascarado, le prometiera darle lo imposible, poseerlo todo. Sin calcularlo pagó vendiéndole su alma y creyendo alcanzar la libertad absoluta. Ingresó al mundo del fuego sin poder volver atrás.




(*) Inspirado en la lectura del Fausto de Gothe

miércoles, 25 de julio de 2012

La niña insatisfecha


Aún, entrada en años, como la niña, seguía preguntándose, con ese espíritu endemoniado que no le daba paz: ¿por qué no encontraba entre sus congéneres inquietudes parecidas?.

No había sido pasajera su tendencia a envolverse en una atmósfera melancólica, a solazarse en la pura contemplación, a buscar entre las letras, profundas y sabias palabras. ¿Qué buscaba desde siempre la niña adolescente que, en lugar de empolvar sus jóvenes encantos para ser amada, envolvía con preguntas todo aquello que miraba?.

¿Qué le faltó a la niña, que no pudo alivianar su existencia?. Ser semejante al semejante. No le faltaron cosas, pero algo le había faltado, algo que la lanzara al ruedo común de los mortales. Se repetía las palabras de Fausto*
Sigue, sigue
a ver si aciertas
con la alegre clave
de este rompecabezas que persigues.
Cada mañana, en su morada, se encontraba con la misma incógnita.



(*) de Goethe

domingo, 15 de julio de 2012

La vida y los discursos

Interesante reflexión de Vicent, publicado en La reconciliación, acerca del transitar por los discursos, según Lacan, para mantener un equilibrio emocional.

¨Todo el mundo necesita transitar de vez en cuando por todos los discursos que plantea Lacan para el ser humano, que básicamente son cuatro o cinco, pudiendo haber más si incluimos el religioso y algunos más residuales.

Una persona estable psicológicamente necesita pisar todos los discursos todos los días, tener un equilibrio entre todos, otra vez vuelvo a decir, cuatro o cinco, es decir, básicamente el capitalista, el del dueño, el universitario, el del analista y el histérico (Ver en este blog el artículo "Teoría de los cuatro discursos de Jacques Lacan").

El barón soltero vive normalmente o solo o con su madre, y tiene como partenaire esta mujer, o tal vez un amigo o amiga, con lo que normalmente si es la madre quien complementa el soltero hace que esté la mayor parte del tiempo al discurso histérico, y por tanto como este es el de la histeria puede quedar en muchos momentos castrado, por la "medusa" simbólica que supone el amor de la madre.

Y hay que, de vez en cuando, salirse de este discurso encontrando una mujer, que a pesar de no ser la suya, es decir, a pesar de ser una mujer fuera del matrimonio o de la creación de una pareja estable, con
todas las dificultades que este logro tiene para un soltero; esta mujer puede ser una prostituta que haga despegar algún tiempo al soltero de su madre como partenaire, para así hacerlo viajar por los cuatro, cinco u ocho discursos humanos y mantener la estabilidad psicológica de la persona en cuestión.

De todas maneras el amor o la relación de partenaire no con una, sino por su carácter de intercambio capitalista "varias prostitutas", crea en el individuo en un primer contacto una permanencia muy larga a lo largo del día al discurso capitalista, lo que puede traer cambios en su personalidad, no es lo mismo una satisfacción onanista que pagar por los servicios de una mujer con todo lo que esto conlleva. Sin obviar los peligros de anclarse a este discurso, puede servirle para desancorar, momentáneamente de su madre y del tan molesto discurso histérico, aunque también necesario, para llegar a alcanzar su último deseo, es decir la preponderancia en un discurso donde se sienta más cómodo, que sólo la persona puede averiguar con un diálogo consigo misma.¨



El enamorado

por Jorge Luis Borges

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.

Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.

Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.

Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.

sábado, 7 de julio de 2012

El bosón de Higgs y yo

Cuando todo parecía quieto y sin novedades bajo el sol, acaba de producirse un descubrimiento que podría ser el comienzo de una gran revolución.

Parece que la máquina de Dios ha encontrado la Partícula, que para ser de una especie tan divina, le han puesto un nombre bastante hermético, que no aporta ninguna comprensión a los ciudadanos de a pie como lo es esta servidora. Si en lugar de bosón le hubieran puesto bolsón todavía nos daba un poquito de margen para divagar o para imaginarnos algo más concreto. Porque, como ustedes saben, todo pero todo lo queremos imaginar los humanos.

Volviendo al tema: este impactante descubrimiento ha ocurrido en el campo de la Física, pero no por eso supongan ustedes que he de renunciar a inferir, por ejemplo, que tal vez en un tiempo más o menos inmediato, algún efecto sobre nuestras vidas tendrá. Tan es así, que se ha comparado este suceso al que revolucionó a la genética: el descubrimiento del ADN.


Pero como la imaginación permite jugar libremente con las ideas y/o palabras leídas o escuchadas al azar, pues, en este blog de esparcimientos, a veces melancólicos y otras eufóricos, nos permitimos escribir estas neófitas y preliminares ocurrencias acerca del tema, desde un lugar de total ignorancia.

Parece que el bosón de Higgs no es en realidad un bosón, sino incontables bosones, que en su conjunto, si se pudieran reunir, constituirían el campo de Higgs. Es decir un campo hipotético que, un tal Peter Higgs en 1964 formuló, como variable necesaria, para poder hacer predictiva la Teoría Estándar de la Física. Uy qué difícil. Sería como si imagináramos un modelo de incontables pescaditos nadadores, pero para que estos naden nos viéramos llevados necesariamente a imaginar también un medio como el agua, en el cual las pobres criaturitas pudieran nadar, sino los pescaditos morirían y el modelo sería un fracaso. Pues entonces, ese agua sería a los pescaditos como el campo de Higgs sería al resto de las partículas conocidas del Universo. Una suerte de magma (energía) que abarcaría todo el Universo y con la que interactuarían las diferentes partículas allí presentes y actuantes. Además, con el agregado de que esta interacción le daría masa a dichas partículas. La masa sería directamente proporcional a la interacción, es decir, a mayor interacción mayor masa.

Primera pregunta que se me cae de este, mi cerebro marchito: ¿si no hay interacción no hay masa?.

Como puedo imaginarme la cantidad de cosas que se le están ocurriendo, a usted lector o lectora, amigo o amiga, dejo abierto el espacio para su expresión, no sin antes invitarlos a leer los siguientes artículos que sí están escritos desde un lugar de saber.

Gracias por esta interacción. Me hace sentir que existo.

Links recomendados:

¿Qué es el bosón de Higgs?

El bosón de Higgs explicado a mi abuela

Hallazgo de un partícula que podría ser el bosón de Higgs

sábado, 16 de junio de 2012

Nunca hay soledades




La música gravita sobre el cuerpo, modifica la sensibilidad. La música franquea el paso a otra cosa, a un estado diferente. Por un instante algo es etéreo, tiene otras reglas, es diferente a la razón. Se materializa en una imagen o representación, casi onírica, donde todo es posible, donde no hay negación ni afirmación, es, simplemente es en ese lapso, es en una imagen subjetiva, intransferible. Es una realidad.

Hay también otras realidades, que sacuden al cuerpo, igualmente intransferibles, como encontrar ese poema, no otro, y leerlo en ese instante, en el momento oportuno. El, puede marcar un antes y un después. Porque ese poema queda allí, alojado, como zurco o marca, en cierto lugar, de la mente o del cuerpo o del alma, quién lo sabe. Un punto al que se puede volver, cuando es preciso.

También es realidad una palabra, una frase, cuando hiere, cuando se instala como bisagra en algún lado. ¨Tengo pena¨ dijo. A partir de allí mi vida, que iba por un sendero, cambió de dirección. Yo, fui otra.

Cada marca es un hito que organiza nuestra historia, que la escribe como única. Somos, desde allí, algo para relatar, un cuento. Somos una narración, si podemos escuchar las huellas. Ellas están allí, perennes, imborrables, pueden ser también una mirada, una mano que rozó tu piel, una ausencia. Siempre son en relación al otro. Hoy descubro al fín, que nunca hay soledades.


Imagen en Cultuiarte

miércoles, 30 de mayo de 2012

Un escritor argentino y el desamparo

Orlando Van Bredam: "La literatura es siempre un pretexto..."

Por: Walter Marini

Un narrador que juega con la ironía y el humor y que, a través de su escritura, describe el mundo corrupto y desigual al que está sometido el ser humano. Sus personajes rozan lo verosímil y siempre consiguen atrapar al lector. En esta entrevista con Sudestada, Orlando Van Bredam conversó sobre sus comienzos en la literatura, las influencias y su lugar entre los escritores, entre otras cosas.

Orlando Van Bredam nació en Villa San Marcial, Entre Ríos, en 1952. Formoseño por adopción desde hace cuatro décadas, se convirtió en una voz que surge desde El Colorado -donde reside- y que arremete con intensidad en un panorama literario donde las formas de narrar van perdiendo el gusto a través de los años.

Narrador, poeta y ensayista de larga trayectoria, saltó a la luz de los ojos de las grandes editoriales cuando, el año pasado, obtuvo, con su novela Teoría del desamparo, el premio Emecé, uno de los más antiguos que se otorgan en el país.

El personaje central de la historia se llama Catulo “Cato” Rodríguez, un hombre de clase media, con una vida que no le ofrece nada más que lo seguro de la estabilidad, un trabajo común, una familia políticamente correcta, y que -de la noche a la mañana- encuentra un cadáver en el baúl de su auto. El muerto es nada más ni nada menos que un diputado llamado Toni Segovia.

A partir de allí, la trama de Van Bredam describe, con sutileza y con gran aporte de giros y recursos, las dudas, los miedos y la soledad de un típico hombre de clase media que lleva una vida sin sobresaltos, con una existencia programada, y también muestra de qué manera un hecho social y político lo lleva actuar de la manera que lo hace.
El clima que el escritor litoraleño le dio a la novela oscila de un momento a otro entre el género policial y la comedia negra, sin dejar de lado el humor irónico y, lo más importante, no permite que el lector ocasional cierre el libro sin dejar de hacerse preguntas, y esto es un punto a favor, en este momento donde pareciera que gran parte de quienes producen literatura escriben de la misma manera y para un público similar. A partir de estos datos, comienza esta charla que el narrador mantuvo con Sudestada.

-¿Cómo surgió la idea de escribir una novela como Teoría del Desamparo? -En el año 1996, publiqué un libro de minificciones (Las armas que carga el diablo) con un cuento muy breve titulado “Cuento de horror”, en el que planteaba la hipótesis de qué pasaría si una mañana cualquiera a un anónimo vecino le pusieran un cadáver en el baúl de su auto. Palabras más o palabras menos, ese es el comienzo de la novela Teoría del desamparo, las primeras dos páginas. Siempre tuve la impresión de que esta historia daba para mucho más, así es que, en el año 2003, volví a ella y la fui enriqueciendo con todo aquello que no dejaba de darme bronca: la política rastrera, el oportunismo, la corrupción. Enseguida advertí que todo esto tenía nombres y apellidos concretos y muy cercanos. Toni Segovia, el diputado de la novela, es muy reconocible para cualquier formoseño que haya leído el texto. Muy poco tuve que inventar, muchas de las anécdotas y dichos utilizados para caracterizar al personaje son reales o, al menos, pertenecen al imaginario popular de esta provincia.

-¿Qué quiso describir a través de este relato? -Por lo general, un escritor nunca tiene demasiado claro lo que quiere hacer con su relato. En mi caso, tampoco. Sí, al principio, como dije antes, me interesó el costado crítico, la impugnación a ciertas formas de hacer política y, a medida que avanzaba la historia, me pareció más interesante detenerme en ese pobre tipo que es Catulo Rodríguez, en su incapacidad para resolver una situación así (nada fácil, por supuesto), en la soledad que experimentó en el momento de decidir qué hacer con el cadáver, en la dificultosa relación con sus hijos y su mujer, en su vida tan aburrida -como suele ser la vida de mucha gente de clase media-, en el miedo a cambiar. La novela, como toda novela, puede ser leída desde muchos ángulos: enseguida se la rotuló de policial, de comedia negra, etc. Tiene todo esto, claro, pero estoy convencido de que el sentido último fue mostrar el desamparo en todo su espectro; en el caso de Catulo, un desamparo casi metafísico, propio del ser humano de nuestro tiempo...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº68 - Mayo 2008) Fuente: Revista Sudestada

domingo, 22 de abril de 2012

Desde mi ágora mental, una duda me carcome

No entiendo por qué gran parte del pueblo español está tan enojado con la medida soberana del gobierno argentino de expropiar las acciones petroleras de Repsol.

¿Es que no se dan cuenta, que los millones de dólares de ganancias girados a su país de origen y que no se invertían en este país, como marcaban los contratos, no tenía por fín el disfrute por parte del pueblo español?

¿Que la lógica de las empresas privadas es, por sobre todas las cosas, su propia ganancia, aún a costa de especulaciones económicas ilegales?

¿Que los que se convirtieron, de la noche a la mañana, en una empresa a nivel global lo hicieron en base a presiones y depredaciones sobre un país que está tratando de recuperarse de la devastación privatista de los 90?

¿Que aún haciéndose de esas ganancias el gobierno español no ha dejado de mostrarse insensible a las necesidades de los trabajadores?, ¿que, en vez de elegir un modelo de distribución, sigue aferrado a un modelo de acumulación para los poderosos?, ¿modelo este que, por otra parte, es causa de la crisis mundial que se está viviendo?

¿O será que los que piensan distinto no tienen plafón para expresarse?

¿O que, con tantos años de discurso liberal, el cerebro se condiciona tanto que no puede salirse de ese corset?

Como dice un amigo mío, argentino, que vive en Barcelona: ¨no entiendo cómo los humildes pueden cerrar filas para defender a los poderosos ¿será que de alguna manera no los dejan pensar o unirse para cobrar fuerza política?¨

Debate en el Senado de la Nación
(sigue acá), (y acá)

lunes, 9 de abril de 2012

una mujer solitaria

es quien ve lo que los demás no ven y sigue su camino
porque sabe que aquel hombre no volverá jamás
si es que alguna vez estuvo

domingo, 25 de marzo de 2012

un tren especial

Sofía, desde que tuvo cierta conciencia, siempre pensó que eso que llamaban vida era en realidad un camino en linea recta, un camino largo que se perdía en el horizonte. Pensaba que al final había algo que se llamaba muerte, que era el fin, pero como estaba detrás de esa línea tan lejana dejó de preocuparse. Pudo así estar contenta la mayor parte del tiempo y tener esperanzas en esa ¨vida que tenía por delante¨ como le decía su mamá. Pero cuando, muchas veces, se echaba sobre la cama y escuchaba, lejanos, los ruidos del mundo exterior, tenía la sensación de que ese mundo no le pertenecía o que ella no pertenecía a ese mundo. Su cobijo era su casa. Nunca sospechó que ese sentimiento la acompañaría siempre.

Su vida empezó a cambiar, se hizo más intensa, cuando Elena vino a vivir al barrio y muy cerquita de su casa. Pronto se transformarían en amigas inseparables. Estaban siempre juntas, gustaban de sentarse a divagar, apoyadas en el paredón de la esquina. Se contaban todo lo que sentían y hasta filosofaban. Les gustaba ver pasar a los obreros que volvían de trabajar al caer la tarde y se enamoraban siempre del mismo chico. La recién llegada era muy educada y obediente, todo lo contrario a Sofía, quien no conocía muy bien las reglas de convivencia. Sólo caía en la cuenta de que se había desubicado cuando la madre de Elena
, le echaba una mirada fulminante.

Cuando fue un poco más grande, comprendió que no quería aprender las reglas, le molestaba el mundo de los adultos, como cuando era chica y entonces, lo que parecía mala educación era, en realidad, una negativa a adaptarse. Un día
comprendió que lo que estaba bien o mal, para ella, no era lo que pensaban la mayoría de las personas. Cada vez le costaba más acomodarse a un modo de vivir que no entendía. Demás está decir que sus incursiones en el amor terminaban siendo muy cuestionadas, cosa que tampoco alcanzaba a comprender. Esto le había acarreado no pocos problemas y muchas angustias con el paso del tiempo, pero ella no podía relacionar esas complicaciones con sus resistencias a adaptarse, como correspondía a una buena niña.

Sus acérrimas enemigas eran las vecinas, a las cuales trataba de esquivar, no lográndolo la mayoría de las veces. Elena no tenía ese problema y esas mismas vecinas, a ella, la querían mucho. A veces se preguntaba si su madre no habría agradecido tener una hija como su amiga, que no tuviera nunca un novio y que, cuando lo había tenido, se había casado con él, hasta que se murió y quedó viuda; y con 4 hijos que la ocuparon de tal manera que, la amistad, se fue diluyendo. Sofía pensó que un día, cuando los niños fueran grandes, podría volver a encontrarse con ella, pero no fue así, sus hijos la rodearon tanto que hicieron sus casas alrededor de la de ella y las cosas no cambiaron jamás.

Su destino había sido muy distinto al de su amiga. Como no tenía sentido del peligro, su vida había estado plagada de caídas, enredos y descarrilamientos, de los cuales siempre salía airosa sin saber cómo.

Un día, la casualidad, le había hecho llegar el concepto de Banda de Moebius, que, como era casi una constante, no había podido entender. Ese tema la mantuvo obsesionada un buen tiempo hasta que, alguien, le había explicado el asunto y se había sentido identificada. Comprendió así que la vida, contrariamente
a lo que había creído cuando era chica, no era una linea recta, algo así como una carretera en la pampa, sino un sendero difícil, con unas vías sinuosas y sin una dirección sabida. Cuántas veces mientras ella había pensado ir hacia adelante, había ido hacia atrás. Cuántas veces había perdido la noción entre eso que creía era lo de adentro y lo de afuera; más bien había empezado a creer que era indistinto y que pasaba sin darse cuenta de un lado para el otro. Entendió también que la vida no tenía fin, que en todo caso la que tendría fin sería ella misma y que cuando eso ocurriera ni se daría cuenta a pesar de ser la principal interesada.

Por eso, aunque no le gustara m
ucho pensarlo, eso que le habían enseñado, se ajustaba más a la realidad que sus ideas infantiles. La vida era como un tren especial que parecía ir en una dirección cuando en realidad iba en la otra, que cuando pretendía llegar a un lugar llegaba a otro, y que, cuando creía estar arribando en verdad se estaba alejando.

Después que se había roto la cabeza para entender eso, un día Sofía, cuando finalmente había aprendido a manejar las computadoras, se sorprendió ante
un esclarecedor dibujo que cayó en el rectángulo de su pantalla. Comprendió que hay gente que la tiene clara y la hace muy sencilla. Entonces, sin egoismo ni falsas expectativas, decidió mostrarlo para aquellos que todavía están inmersos, igual que ella, en esa privilegiada disyuntiva de entender qué es la vida. Y aunque no tuviera sentido ese desenlace -pensó- era adonde, sin saberlo, había llegado.



"Bienvenidos al tren", dibujo de Daniel Paz. Extraído del blog "Webujos" http://danielpaz.com.ar/blog/2010/12/bienvenidos-al-tren/

domingo, 18 de marzo de 2012

poema irracional



3 1 4 1 5 9 2 6 5 3 5 8 9 7 9 3 2 3 8 4

Veo y dejo a Sofía atravesar el umbral,
salir sin culpa,
deslizar amarguras sutiles,

anhelante,
con la luz entrando vana.




Cada palabra del texto se corresponde,
en número de letras, con las primeras
veinte cifras del número irracional Pi,
sin alterar el orden


Fuente de la imagen: Zurditorium

sábado, 17 de marzo de 2012

Camino a la Ensidesa


Iban semidormidos, la mayoría hombres, sólo dos o tres mujeres mezcladas en esa treintena de varones. Pero ese lunes, había ocurrido algo que sacudía esa dormidera de las 6 de la mañana que, el monótono movimiento del autobús hacia la fábrica, provocaba.

Era esa jovencita de 18 años, de tacos y pelo muy oscuro, que enmarcaba su rostro fino y de piel blanca. Las miradas no se apartaban de ese cuerpo, envuelto en un trajecito de lana marrón clarito, con un bordado en la pechera escotada. Nada exhuberante había en esa figura, pero las tórridas miradas se encargaban de quitar o poner lo que les era necesario.

En ese primer día, alguien, tuvo el privilegio, por la cercanía que le tocó en suerte, de cederle el asiento, cortesía que ella aceptó con una leve sonrisa. La joven, niña aún, se acomodó, giró sus ojos hacia la ventanilla y fijó su mirada, como perdida, en el horizonte; sin advertir que cada gesto suyo era seguido por aquellas intrigadas y deseantes miradas. Absorta, vuelta sobre sí misma como estaba, se sobresaltó al percibir que el autobús se detenía y alguien anunciaba que había que descender. Habían llegado a la fábrica. Caminó junto al grupo, todos iban hacia el mismo lugar.

Al día siguiente, pueblo chico infierno grande, la mayoría sabía, sin que ella hubiera abierto la boca, que era ¨americana¨ que había venido a Villalegre con su familia y que había necesitado buscar trabajo. Nadie se acercaba a preguntarle nada, pero todos trataban de imaginar su vida y sus por qués. Sin advertir el alboroto que causaba, cada mañana llegaba a la parada, con su trajecito marrón y sus tacos; ascendía silenciosamente al autobús, se sentaba en el asiento que tácitamente le reservaban, se arreglaba la falda y volvía a perder la mirada en la lejanía.

Algunos días después alguien se animó a preguntarle si le permitía ir junto a ella unos metros, hasta el portal de entrada de las oficinas y ella accedió. Día a día se repetía este acompañamiento hasta que, de a poco, comenzó a darse un cierto diálogo, que permitió al ansioso joven responderse a sí mismo, algunas preguntas. Supo que ella era de la Argentina, que había tenido que ir a ese lugar del norte de España, forzada por cuestiones familiares y que, detrás del horizonte, más allá del mar, ese inmenso mar que había tardado 15 días en surcar, habían quedado sus amigos llorando, su casa que ya no era suya, su tero y su conejo y las dalias que su mamá tanto quería. Que sólo había preservado ese anillo de oro, que su compañero del baile de egesados le había regalado, pero que había tenido que desprenderse de sus dibujos y de sus libros de piano.

- ¿Qué miras a lo lejos? - se animó a preguntar el joven.

- No puedo quitar de mi retina un recuerdo: el llanto de mis amigos y amigas al despedirme en la estación, el rostro de mi amiga, de cuerpo pequeñito, que su novio elevaba para que alcanzara a darme un beso por la ventanilla, cuando el tren comenzaba a moverse, y cómo, esa imagen, fue quedando atrás hasta ser nada más que un punto.

viernes, 16 de marzo de 2012

Agradable sorpresa

Quiero contarles que presenté este pequeño cuento en el ¨XXXI Concurso Internacional de Poesía y Narrativa. Audiolibro ¨Unidos por el Mundo 2012¨ y lo distinguieron con una Mención de Honor en el género narrativa entre 1045 trabajos de 490 participantes. Pero, principalmente, quiero decirles que estoy muy contenta, porque siento que, aún no siendo una escritora, amo poder escribir; que esas pequeñas y furtivas frases que aparecen al despertar, o dan vueltas en mi cabeza cuando no puedo dormir, se transformen en esas letras de incógnito sentido para que ustedes le agreguen el propio.

Gracias al Instituto Cultural Latinoamericano y a mis amigos.

***


Hojas en blanco

Por Caléndula


Como todos los días estaba en su cuarto intentando escribir. Papeles y libros sobre el pequeño escritorio, la mente en blanco y un girar siempre alrededor de los mismos significantes. Por la ventana se veía declinar la tarde en las sombras. Sofía dejó caer su cabeza sobre las hojas, tratando de capturar esa idea que rondaba por su mente, de apresarla y darle forma, pero la venció el sueño. De pronto una leve brisa fría la despierta en la ya ensombrecida habitación. Le parece que algo la obliga a mirar hacia un lado; al girar la cabeza alcanza a ver que una pared pequeña, de tres hileras de ladrillos, había sido levantada frente a la puerta de su cuarto. A pesar de sentir una cierta extrañeza se convenció de que no era algo importante, que era sólo producto de su imaginación o una ilusión óptica en la tenue oscuridad. Sus ojos se cerraban, no quería pensar más, se levantó a tientas, se metió en la cama y nuevamente se durmió.

La noche transcurría cuando ciertos ruidos alteraron su sueño, pero no lograron despertarla del todo; sólo se sobresaltó cuando una inoportuna luminosidad penetró por algún lugar de la habitación, cercano al techo. Se asombró nuevamente cuando divisó ahora que ambas, la ventana y la puerta, habían sido selladas completamente con ladrillos. Se percató, también, de que no se escuchaba el bullicio cotidiano de la mañana, el reloj marcaba las ocho y media; a esa hora los ruidos de la calle deberían inundar el ambiente, pensó, pero enseguida se distrajo con el reflejo blanco de las hojas que reposaban sobre el escritorio. Sus ojos heridos se humedecieron, otra vez esa familiar y recurrente angustia al comprobar que, en su mente, brillaba tanto blanco como en las hojas.

Pensó en Julián, él ya debía estar en su oficina, la cama de su lado estaba desordenada, había dormido junto a ella y seguramente se había levantado sigilosamente para no despertarla. El era siempre tan silencioso, obstinadamente silencioso. Sofía sentía ese silencio como si fuera un muro, no escucharlo era para ella como no poder verlo, no poder imaginarlo, no sabía nada de él a pesar de que hacía tiempo que compartían la vida juntos. En los primeros años de la relación ella le había reclamado, insistentemente, que fuera más explícito sobre sí mismo, que le hablara, que vivir así era cruel, que era como estar sin piel, que dolía. Y él le decía ¨pero yo estoy¨ y era verdad él estaba, siempre estaba.

Así fue que Sofía comenzó a encerrarse poco a poco en su cuarto a escribir, porque ya no le alcanzaba con leer para calmar su creciente zozobra. Al principio le había resultado fácil narrar historias, pero al poco tiempo el bloqueo, otra vez el muro, el escribir también se le negaba. Entonces decidió que tampoco quería hablar más ¿para qué? ¿para quién? ... haría como Flaubert callaría para siempre. Pero, cuando cerraba su boca, las lágrimas le humedecían el rostro. Alguien la había llevado un día a un psicoanalista aunque de esa experiencia sólo recordaba que una vez él le había hablado de una falta, cosa que ella no había entendido. Sólo con el tiempo comenzó a ver que esa especie de agujero, que llevaba siempre consigo, podría tratarse de esa falta; y, que no sólo no la abandonaría sino que siempre había estado con ella, solapada; tal vez sólo la muerte… ¿cómo sería estar muerta? ¿no lo estaría ya?, en ese momento, al escuchar el mismo canto de los pájaros que oía cuando visitaba la tumba de su padre se dijo: ¨sí, efectivamente estoy muerta, no es feo, no se siente nada, si hasta puedo abrir los ojos¨ y al hacerlo vio un rayo de sol que entraba por la ventana y se posaba sobre las hojas en blanco que esperaban sobre su pequeño escritorio.

Todavía entre dormida Sofía tomó su lapicera y escribió.

FIN

domingo, 11 de marzo de 2012

La cuestión del ser


El tiempo había pasado. Cecilia observaba cómo se comunicaban las personas y suponía que, ellas, habían resuelto el problema. No era ese su caso. No poder comunicar era su drama, para ella, una tragedia de toda la vida. En la adolescencia, su diario fue el testigo de que, esa, había sido la causa de su angustia.

La vida le había enseñado muchas cosas, pero nunca lo que los otros parecían saber. En su solitario desconcierto había confiado en que escribir, le acercaría la solución. Pero no. Veía que siempre estaba parada en el punto de partida. Pretendió escribir sencillamente, en un lenguaje que los otros entendieran, pero al hacerlo supo, que eso no mostraba, en nada, sus deseos. En otras ocasiones, logró hacer que sus anhelos enhebraran a sus letras, resonando a verdaderas, pero supo ahí, que sus palabras no eran entendidas. Un día comprendió, que estaba encerrada y maniatada; si buscaba que su texto se entendiese, se llenaba de sentidos, si se acercaba a expresar su sin razón, el sinsentido la invadía.

Luego decidió que, aunque problemática, la elección estaba allí, en el caer, para un lado o para el otro. Difícil acto este porque, siempre, algo esencial se perdería. Sin embargo la esperanza seguía allí, de escribir para alguien, de quien le volviera algo similar a un ¨entendido¨, y que a la vez no fuera un acuerdo racional. Quería alterar el lenguaje, sustraerlo de su cárcel, burlar su propia la lógica. Pero ¿cómo ser incorrecta y no quedar fuera del mundo?.


Así había sido toda su vida aún sin tener conciencia. Recordaba ahora que siempre había escrito, como un mecano, la frase: la resolución del problema... Se había torturado buscándole un predicado a lo inconcluso. Más, ni siquiera, había descubierto la esencia del problema.

Hoy, que la vida se empeñaba en mostrarle lo imposible veía que la llamada elección no se trataba de elegir o una cosa o la otra, sino de sostener las dos al mismo tiempo; o eran juntas o no eran nada.
Paradoja del alma humana. ¿Habría que resolverla? No. Intentarlo sería inútil. Mejor caminar el fino borde, de soportar una suerte de locura o un no te entiendo, o aún la indiferencia.

Es como si alguien interceptara el camino y pidiera: la bolsa o la vida. Le diera lo que le diera perdería. No hay enmudecimiento o sentido. Se trata solamente de hablar. El otro puede no saberlo, no ser conciente, pero está en la misma encrucijada.

Si callo me habré ido.

Hay un vacío, un hueco insalvable en la resolución, y eso es lo que debe ser sostenido. No intentar llenar la falta con sentido. Aunque vivir sin sentido se parezca a no vivir, caminar al borde del abismo no es caer, es otro modo de vivir. Dejar ser al ser en ese hueco. Se puede hasta subvertir el lenguaje, pero el hueco no se irá. ¿Se puede escribir cualquier cosa o de cualquier manera, entonces?, nadie lo dirá, esa es la cuestión.



Fuente de la imágen: espacio fotográfico

domingo, 4 de marzo de 2012

Un lugar




He llegado al fin, después de casi un día. Todo parece igual, el mar, las acacias, el camino de hojas secas. Sigue allí todavía, la casita de la magia, blanca, misteriosa y vacía. La bomba de agua está quieta y en este anochecer no se escuchan los silbidos, ni hay mate, ni fogón, ni leño ardiendo. La playa, solitaria, murmura su penumbra y observan las estrellas recelosas, la quietud de las sombras y el fulgor en la cresta de las olas. No hay huellas en la arena, los sonidos y las voces se han borrado. Está triste la Villa, sin ellos, los magos que inventaban realidades. Era simple la propuesta: decir lo que se siente mirando el fuego enloquecido y hacia arriba las estrellas. Fue allí donde ocurrió sólo una vez. Furtivamente. Suavemente buscando de cuidar a la hermosura. Ahora estoy aquí, volviendo para convencerme, de que existió un lugar. Todo está quieto, perfumado y húmedo, pero ellos ya no están. Volví al pasado para llevarme la brisa y los aromas y encuentro solos a los viejos troncos y repiqueteando entre las ramas, un nostálgico gorjeo de gorriones. Todo parece igual, el mar, las acacias, el camino de hojas secas, la bomba quieta pero ellos, ya no están.

miércoles, 4 de enero de 2012

desencuentro


Felicitas estaba inquieta, el momento había llegado. Una imagen grisácea y lejana le recordaba aquel momento de la despedida. Veía la escena. Cecilia le pedía que hicieran un pacto porque esa amistad no podía terminar en esa nada. Así fue que quedó sellado entre las dos un no olvido, una comunión del alma, una hermandad eterna. Un pequeño corte en la yema de los dedos bastó para eternizar el juramento: ¨para la recordación en tí y en mí¨ dijeron al unísono. Luego la despedida, la gran distancia, las cartas que al comienzo fueron diarias pero luego se espaciaron hasta desaparecer. Felicitas se había quedado con las cosas que Cecilia más amaba: su diario, sus dibujos, sus libros. El tiempo pasó y un día Cecilia bajó del tren, en la misma estación de la que se había ausentado, Felicitas se acercó, la miró, la adolescencia ya no estaba, se buscaron allí, en el pacto, pero no se hallaron, ni la una, ni la otra. El estrago del tiempo había herido de muerte a la recordación.

ella y él


Ella, que tenía 9 años, contó que un día en el aula, mientras estaba sacando los útiles del portafolio, él se acercó y le dijo semiescondido debajo del pupitre, ¨tengo algo que decirte¨ a lo cual ella contestó ¨sí, ya se lo que es¨... él la miró un poco sorprendido y ella dijo entonces ¨yo también¨. Así fue que el rubio se le declaró sin habérsele declarado. Luego fueron novios durante aquel año y la prueba de que lo eran consistía en que él siempre la estaba mirando cuando ella lo miraba y siempre parecía que se iba a acercar para decirle algo pero nunca lo hacía. Y así llegó el fin del año lectivo y ya no fueron más novios. Entonces, en ese verano, que fue muy caluroso, a ella le empezó a gustar otro chico de la playa que se llamaba Facundo. El tenía 11 años y ella seguía teniendo 9 casi por cumplir los 10. Ambos andaban siempre juntos, jugando en la arena cerca del cangrejal y cuando subían a las barcazas él aprovechaba para sentarse junto a ella y cuidarla de no caer. También se los veía, al atardecer, ir a leer un libro al cobijo de una carpa. Ella era vivaz y él astuto, se lo leían ambos en la yema de los dedos; pero estaba signado que frente a ellos siempre habría alguien que los miraba a los dos: el hermanito menor.

Deseo







Alguien entrará a mi casa algún día
cuando de mi no quede nada
y preguntará
¿quién escribía en esa mesa, desolada?

Y yo me p
regunto ahora
que sentía ella cuando desde esa mesa
miraba por la ventana
esa rosa roja que florecía por ella
junto al cedrón que resiste avejentado
y reverdece todavía.

Tercio
pelo de pétalos y
humeda
d brillante de rocíos pasajeros
si pudiera residir eternamente
en cada instante de tu aroma
sin elegir vivir e
n el pasado
ese instante de indescifrable embriago.

Diciembre

Si me gusta el azul es por tus ojos
y el dorado por tu pelo
nadie me enseñó a quererte
ni a saber que vives todavía
ni a mantenerme encendida
mientras mi llama prolonga el ansia
de reencotrarme en tu voz algún día.


Solitaria mi mirada observa
del frondoso árbol su caricia
y te toco a ti en su textura
y te veo en mi vereda
y en el verde escondido
de tus ramas que cobijan
la torcacita que duerme


Y te escucho susurrando
cuando las flores me hablan
y me tintinean tus ramas
y me humedecen tus gotas
al rodarme hacia las manos
y sueño la sonoridad de tu canto
en el gorjeo intenso de ese ave
mientras destila su pico el néctar
dulce del final de mi diciembre.


Resolución




Sofía caminaba por la acera, la mirada perdida hacia ese adelante incierto, como en aquel último día de la secundaria después de la despedida.

Volvía pausada, por las callecitas vacías, tenebrosas, húmedas. Aquellas carcajadas la distrajeron, no tuvo miedo, al fin y al cabo parecían niños extraviados como ella. Una vez más, lo ocurrido no había coincidido con lo imaginado. No tenía ni decepción, ni bronca, ni tristeza. Sólo nada. La fiesta había sido eso, lo que tenía que ser, un acontecimiento singular, ocurrido de ese modo, irrepetible, ni feo ni lindo, ni malo ni bueno. Sentía que ella también había sido ella, la que era, la que había sido, sin inventarse. No había capturado miradas especiales, ni de admiración ni de rechazo, eso le había gustado.

Caminando, así, descalza, con los zapatos en la mano, se le cruzaban por la mente antiguas imágenes de noches parecidas; supo que ya era hora de cerrar el libro de los recuerdos. El tiempo de la nostalgia había concluido, en el mismo instante en que comenzaba a filtrarse la luz del amanecer por los cortinados del salón de fiesta.

Le pareció que, desde aquel lejano momento, a sus 17, desde aquel adiós a su escuela, se había quedado sentada en el cordón de la vereda todos esos años, negándose a cruzar la calle, para encontrar esa otra vida que ya no era la de su adolescencia. Había estado allí demasiado tiempo. Se había engañado pensando que encontraría algo, algo que nunca supo qué era. Ilusa. Perdida. Atrapada en espejismos.

Al llegar a la casa, sólo vio el desorden, resto patético del la noche anterior. Entró silenciosa, no quería despertar a Ernesto. Se dirigió a la cocina, unos mates a solas consigo misma no le vendrían mal. Vio que sobre la hornalla apagada había una carta. ¨Sra Sofía¨ decía el sobre. Era letra de él. La abrió extrañada y leyó:

Querida señora:

Creo que ha llegado el momento de que me vaya. La he cuidado con amor y he tratado de interpretarla como mejor pude, tal como usted quería; de leer sus ansias, de consolar sus angustias. No se si lo he logrado, pero si sé que lo he hecho con dedicación. En los últimos tiempos me pareció notar que usted ya no necesitaba de este servicio, que usted ha ido alcanzando un estado diferente, más pausado, menos angustioso. Me parece ahora que, mis consignas y supuesta sabiduría, no sólo ya le resultan innecesarias sino que, al contrario, la perjudican al desviarla de su camino propio.

Yo fui el que la ató a la nostalgia, a los antiguos sentidos e ideales. Esta noche fue especial para mí, me sentí extraño, sin saber si yo me había desenlazado de usted o usted de mi. Lo cierto es que me la imaginé caminando, sola y concentrada en sus cosas y vi que ya no tenía mi lugar a su lado; mis rigideces me lo impiden.

Sepa, señora, que no me alejaré totalmente. Si usted me busca, seguro que me dejaré encontrar, no puedo con mi genio. He sido lo que soy, he sido como usted quiso, hasta el extremo. Al irme me llevo eso que ya no le sirve. Soy lo que no le sirve. Primero me nombré a mi mismo como escribiente, pero en verdad, traté de ser su exégeta. Estoy seguro que estará de acuerdo con mi decisión. No llore, se que en este momento se humedecen sus ojos. No los empañe para que puedan ver claro, ellos están para ver lo nuevo que ahora está descubriendo. No cabe que le pida perdón porque tal vez sea a raíz de mis fallas, justamente, que usted ha podido avanzar hacia otra cosa. Así es. Mi fracaso es su triunfo y su posibilidad de vivir. Eso, aunque es triste para mí, me compensa.

No le digo adiós ni hasta luego, sino simplemente que ya no estoy.

Ernesto

Sofía dobló la carta y a pesar del velo húmedo de sus ojos, una sonrisa se dibujó en sus labios. Fue hacia su habitación, despejó la cama de las prendas tiradas en la víspera y se acostó. Se durmió, lentamente, y con la misma persistente sonrisa.


FIN

Flaco






Melancólica tarde de bodegón y cerveza escuchándote. Rubios lamentos de alma vacía en agonía.

Hoy te tuve tan cerca, igual que aquella noche en que te vi, cuando surgió mi amor al cruce de tu mirada honda.

El vaho caliente de la noche me acercaba tu sonido y tu olor en la penumbra
y envolvía mi excéntrico cuerpo de dolor,
del que lastima.