«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

domingo, 23 de mayo de 2010

El tren

Esa noche había llegado a la estación con un cansancio y un sueño desacostumbrados, la mochila al hombro como siempre, cargada, el abrigo con flecos lánguidos, la pollera larga y angosta y esas botas que calzaba en días especiales. Mientras iba entrando al hall central vuelve a cruzar por su mente el mismo pensamiento que noche a noche la invadía al atravesar ese umbral: que entraba en una zona de cruce de caminos, de bifurcaciones, de llegadas y partidas, sólo tenía que dejarse llevar por el impulso de subir a cualquiera de los trenes que salían hora tras hora y su vida cambiaría para siempre, llegaría a un destino incierto y comenzaría una nueva vida. Así pensaba mientras llegaba al barcito, su preferido, para pedir siempre medialunas con café con leche ya que no podía querer otra cosa en una estación; elegía siempre la misma mesa del rincón desde donde divisaba la cartelera que anunciaba los horarios de salida de los trenes y sus destinos. Una y otra vez volvía a tentarse cuando escuchaba esa acostumbrada voz anunciando una partida hacia quién sabe qué lejano lugar. Pero ahí quedaba su impulso, coartado, después de todo era una chica de la gran ciudad, del cemento, del smog, de la soledad en el bullicio, de la tristeza, de la pobreza, del hambre y también de la ilusión de la noche, de las luces de neón, de la mística de los cafecitos de Buenos Aires con sonido a tango.

Mientras pensaba no podía quitar los ojos de ese conjunto de letras blanquecinas, pero de pronto notó que, hoy, el cartel del andén número 2 tenía algo diferente que no alcanzaba a distinguir con claridad, parecían unas lucecitas de colores que brillaban intermitentemente, como anunciando algo desacostumbrado. Apuró el café con leche porque no leía bien y quería rápidamente saber de qué se trataba... No pudo dejar de recordar aquel famoso cartelito de un famoso libro del cual no recordaba el nombre, que decía ¨solo para locos¨, ¿sería este también un cartel para locos? se preguntaba mientras se acercaba intentando distinguir las letras: ¨Abordar si no se desea volver¨ y aclaraba abajo ¨tú puedes elegir el destino¨. Cuando lo lee tiene la impresión de que siempre había estado esperando este anuncio aún sin saberlo. Sintió un pequeño escozor en el cuerpo sin embargo no lo pensó demasiado, le parecía que mucho antes de ese momento ella ya había tomado la decisión. Miró hacia arriba y vio a una paloma que se escabullía hacia el cielo abierto por un vidrio roto en la cúpula de la estación.
Se dirige hacia el andén y decidida asciende a su vagón, parecía vacío, pero no, había alguien en el otro extremo, era un hombre sentado en una zona obscura del coche, una sombra parecía cubrirlo y no dejaba ver claramente sus rasgos ni su silueta; se parecía a las imágenes del negativo de las fotos. El tren empezó a moverse lentamente en medio de una niebla intensa, cruzó por barrios que ella no conocía esforzándola a mirar atentamente hacia afuera buscando alguna señal que le indicara dónde se encontraba, pero pronto las lucecitas fueron quedando atrás y el vagón se cubrió de penumbra. Cuando ya estaba por quedarse dormida escucha que el pasajero desde atrás le dice algo, somnolienta ella le contesta con monosílabos pero afablemente, después de todo el viaje iba a ser largo según le habían informado. De a poco se va estableciendo un diálogo que cada vez se hacia más y más intenso hasta que finalmente se despabila. Aumenta en ella una fuerte sensación de conexión con el misterioso pasajero, percibe que le gusta esa comunicación que parecía tácitamente prohibirle el acercamiento, sabía que ambos sabían que no debían ni ella mirar hacia atrás ni él acercarse hacia donde ella estaba. Paulatinamente necesitaban conocer más el uno del otro en una suerte de buscar coincidencias. Así pasaron las horas y el diálogo, por momentos hilarante, se hacía interminable y los fue agotando. Hasta que ella, tal vez por ese espírtu transgresor que la caracterizaba, se dispone a romper la regla de prohibición, quería que algo cambiara y efectivamente algo cambió. Mediante un giro repentino vuelve su cabeza hacia atrás sabiendo que al girar violaba algo establecido y que eso podía acarrear algo no deseado, sin embargo lo hizo de todos modos. Al mirar hacia los asientos traseros quedó atónita porque allí no había ningún pasajero, no sólo eso, sino que ni siquiera quedaba de él la silueta en sombras que había visto al subir.

Una rara sensación de inconsistencia la hizo estremecer, se tomó la cabeza con las manos y comenzó a reir y a reir, casi a carcajadas, hasta que se quedó dormida. Recién despierta cuando el tren empieza a frenar en una localidad rara, gris, de apariencia solitaria; inmediatamente viene a su mente el recuerdo de su querida ciudad, del bar de la estación, de las palomas, de los canillitas y una lágrima cae por la comisura de sus ojos. Desciende lentamente y se dirige hacia la ventanilla para preguntar a qué hora sale el tren de regreso pero sólo escucha un silencio, hasta que alguien contesta que ese viaje no tiene vuelta. Un grito se le ahoga en la garganta y cree que va a morir; en ese momento siente que le tocan la espalda. ¨Señorita... señorita... creo que está por salir su tren... no terminó su café con leche hoy... mañana la compenso con una medialuna más¨; al levantar su mirada ve al mozo con una sonrisa que ella devuelve con otra mientras toma su mochila y se va. 


Fuente de la imagen: Un mundo de fantasía

8 comentarios:

  1. Me gustó mucho, Caléndula. Tiene como un aire melancólicamente cortaciano.

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  2. Gracias Chale, es culpa de la lluvia.

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  3. Gracias por tu visita Caléndula bella, hablar del ego es complicado y más cuando no eres Freud, :). Pero eso somos, siempre pensando que vivimos en control, consientes, pero la realidad es que le subconsciente es el que está en control. Un abrazo.

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  4. me gusta mucho!!! tiene un aire calendulesco, besosss

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  5. Gracias Michel, no le diga bella a una Caléndula que no le cuesta nada sentirse una Maravilla, jajaja

    Pero hablando un poquito más en serio, es verdad que el control siempre está en otro lado, pero nunca en nuestro Yo aunque eso creamos fervientemente.

    Cariños.

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  6. Madreselva: ¿no habrá querido decir farandulesco?

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  7. quise parafrasear a el chalero solitario, En honor a nuestra historia, creo que es calendulesco. besoss

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  8. Madreselva: vale la aclaración, estoy de acuerdo. Pobre caléndula en cada una de estas vivencias pierde un pétalo, pero siempre se equivoca en el mismo lugar.

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