«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

sábado, 10 de julio de 2010

Recomenzar en invierno





Yo sólo quiero escribir: ¿de qué me vale?

De que me vale recordar ese momento sin tiempo que se repitió incesante cada vez que te vi, que ansié acercarme y que sin embargo huí, ante la belleza de tu rostro, la intensidad de tus ojos negros que entraban en mí, ante la certeza de que no estabas afuera sino adentro y me recorrías insondablemente. Como la música, estábamos en partículas o en ondas diseminados en el sonido de esa guitarra, en tu voz, casi no había fuerza en ti, el amor te derretía, no era posible estar erguidos en ese momento que jamás volvió, como lo perdido, lo anterior a la palabra. Mareados casi nos tocamos la piel de las manos, y no dejamos de mirarnos, de esperarnos en la negrura azul de las noches de ese invierno, de escribirnos, de buscarnos. Cuántas veces vuelvo a esos puntos donde la huella se hizo indeleble y te imagino allí donde estabas cuando yo llegaba.

Jamás vendrás para volver a mirarme y a decirme que hoy comprendes porque has vivido y el dolor ha mellado tu inocencia. Ellos se enojaban, lastimaban envidiosos, querían coaptar nuestra mirada, pero nada lo lograba, sabías tú como yo que esos instantes no volverían, era encuentro y desencuentro en pura síntesis, era así.

Hoy soy todo recuerdos, mis deseos inconclusos, mis jirones, mi dolor de no haber sido aquella noche lluviosa, de no haber muerto en el instante para no saber nada más, para que el dolor no persistiera. No me importa que me entiendan porque siento, como aquella tu noche del encierro, el absurdo de tu vida y de la mía.
Quiero verte otra vez, pasar a tu lado y que me veas y verte a los ojos y buscarte allí, como siempre en ese instante de mirada, donde sin que nadie lo supiera me decías que me amabas.

Todo eso y más, inmensamente más, está aquí adentro, en mí, y también en ti, podría asegurarlo, en los recovecos de tu alma torturada como la mía, solapado detrás de ese ¨telón infranqueable de frialdad absoluta¨, como me escribiste una vez, presa irrescatable de ¨aquellos deseos descomunales de continuar buscando incentivo, esa luz allá adelante¨, que casi contradictoriamente te llenaba de anhelos, ¨alimentando esporádica pero diariamente, y por sobre todas las cosas¨ tus ganas y las mías de sentir y de estar vivos. Esa condición de ¨vacíos¨ que se ¨aferran a la mente¨ no se llenará jamás, por eso te imagino en el mismo punto, igual que yo, ese que ansiamos dejar atrás, pero que, como una fuerza gravitatoria, nos retorna incesante para volver a empezar.

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Gracias Gabriel Massera por la foto que extraje de tu blog Quantum

4 comentarios:

  1. desencuentros

    PD: Gracias a vos por publicarla; sabés, son tuyas.
    Un beso.

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  2. Mmm. Suele pasar. Pero más allá de los desencuentros, la pregunta que te hacés sobre el principio da para un largo debate: "¿Para qué escribir?" "¿De qué me vale?" Tal vez catarsis, tal vez terapia, tal vez exorcismo...
    La verdad que yo tampoco la sé responder. Hermoso el escrito.

    Ivan

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  3. Gabriel: quién no sabe de desencuentros ¿no?

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  4. Chale: no sé ni por qué ni para qué, pero sale así, muy de vez en cuando. Para mí es bueno, son como anclajes.

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