«Nunca nadie ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado
sino para salir realmente del infierno». (
Vincent Van Gogh)

jueves, 6 de mayo de 2010

La prohibición


Hoag le informa a Randall y Cynthia que ha descubierto en nuestro universo algunos defectos menores: serán rápidamente reparados en las horas siguientes. Ellos ni siquiera advertirán el cambio siempre y cuando al volver en su auto a Nueva York nunca bajen la ventanilla, en ninguna circunstancia y a pesar de lo que vean. Hoag parte; aún exitados Randall y Cynthia inician el regreso al hogar.
Mientras respetan la prohibición no sufren ningún contratiempo. Pero a cierta altura del camino presencian un accidente, un niño atropellado por un auto. Al principio la pareja conserva la calma y no se detiene, pero cuando encuentran un patrullero prevalece su sentido del deber, y se acercan para informarle lo que han visto. Randall le pide a Cynthia que baje un poco la ventanilla:
Ella obedeció, y en seguida aspira profundamente, tragándose un grito. No gritó, pero quiso hacerlo.
Fuera de la ventanilla abierta no había sol, ni policía, ni niños, nada. Nada salvo una niebla gris e informe, latiendo lentamente como si tuviera una vida rudimentaria. A través de ella no podían ver nada de la ciudad, no porque la niebla fuera demasiado densa, sino porque estaba…. vacía. De ella no se desprendía ningún sonido, no se veía en ella ningún movimiento.
La niebla se mezcló con el marco de la ventanilla y comenzó a penetrar en el interior del auto. Randall gritó: ¨!Cierra la ventanilla!¨. Ella intentó hacerlo, pero sintió las manos enervadas, entonces el propio Randall se tendió e hizo girar la manivela, subiendo la ventanilla a su sitio.
Reapareció la escena bañada por el sol, a través del vidrio vieron al patrullero, el juego tumultuoso, la acera y, más allá, la ciudad. Cynthia le puso una mano en el brazo. ¨Vayámonos, Tedy!¨ ¨Aguarda un minuto¨, dijo él tensamente, y se volvió hacia la ventanilla que tenía detrás. La bajó con mucha cautela, quedó apenas una grieta, menos de un centímetro.
Fue suficiente. El flujo gris informe apareció de nuevo allí, a través del vidrio se veía el tránsito de la ciudad y la calle iluminada por el sol, a través de la apertura… nada.

Fragmento textual extraído del libro ¨Mirando al sesgo¨ de Slavoj Zizek sobre una novela de ciencia ficción de Robert Heinlein titulada La desagradable profesión de Jonathan Hoag, Ed. Paidós, 1991, p.32

3 comentarios:

  1. ¡¡Uh!! Que bueno, ahora quiero leer el libro entero. ¡¡Fenomenal!!

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  2. Cual será la realidad?
    Somos un sueño, en medio de la niebla gris, la nada.
    Y sin embargo...

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  3. Monchito: somos varios los que andamos buscando esta novela. ¿Estará en la feria?

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